Hace diez años atrás, el sueño de ver en vivo a Embajada Boliviana se hacía realidad en un Teatro Flores, con localidades agotadas.
La banda platense había llegado a mi vida gracias a los covers que había hecho el gran Ricky Espinosa. Un poco por satisfacción personal y otro para tirarle un centro a bandas más chicas, el último punk local logró darle difusión a uno de los mejores secretos que tenía el under platense.
Como todos los que curtimos la escena Alterno-Punk de esa primera década del 2000, Embajada Boliviana se había convertido en uno de los mejores mitos del Punk Rock local y todos aquellos que no habíamos llegado a verlos en vivo, añorábamos con hacerlo aunque sea una vez.
Tras una década en silencio (más allá de alguna/s vuelta/s intima/s y esporádica/s) , la vuelta de EB era una realidad. Cuando se pusieron en venta las entradas y confirmaron el lugar, me puse feliz y busqué dónde iban a vender las anticipadas porque estaba más que claro que éramos muchos los que íbamos a decir presente.
El día 4 de septiembre todavía no se había convertido en la triste fecha en la que el Rey Gustavo Cerati pasó a la eternidad. Allá por 2010, era un sábado típico de invierno: el clima era inestable como nuestra economía y, frío como los primeros días del último mes que cobija al invierno.
Mi rodilla se recuperaba lentamente de su primera intervención que me alejó de mi vida "normal" por esos años: 0 fútbol, 0 pogo, 0 boliches. Había dejado las muletas apenas algunos días atrás y nada me impedía ir a ver el clásico a la cancha de Boca, alentando a mi amado Ciclón. Pero subir a la tercera bandeja de la Bombonera era un reto demasiado pesado.
La terminé subiendo con cuidado y me pare arriba de todo para no sufrir una posible avalancha. Definitivamente, tenía que ir: San Lorenzo terminó dando cátedra y, aún jugando de manera mezquina, sacó la chapa de paternidad a flor de piel, para imponerse 2 a 1, con un gol del
Eran las 18 y monedas y bajar fue otro triunfo agónico: Beto y Fabi, dos Cuervos de pura cepa, se pusieron uno de cada lado, y me ayudaron a bajar, frente al olvido y/o ignorancia de los demás.
Volví al barrio y caminé a mí casa, lo más rápido que (como) pude. Con una sonrisa enorme por el triunfo, me entré a bañar para sacarme el frío y después salir nuevamente. Piqué algo así no más, me puse mi remera (a esa altura ya) ex-negra de Juana La Loca y una camisa encima, que en el pecho, tenía un parche de Embajada Boliviana, con el logo del sol que identifica a la banda.
Agarré mi entrada (la tenía hacía casi dos meses y la había comprado en la desaparecida tienda La Lupita, de la Galería Bond Street) y me despedí con el grito de mi vieja, cargado de miedo por mi rodilla llena de cicatrices recientes:
-"¿¿¿A dónde vas, Ariel???"
- Me voy al Teatro Flores: ¡Hoy vuelve Embajada, vieja!
Me tomé el 63 y me bajé enfrente del lugar. Ya eran casi las 21 y había bastante gente afuera. Tal como lo había sospechado, las localidades se agotaron. Entré y el clima era tan festivo, que generaba sonrisas. Cantitos, gente por doquier, cerveza en exceso y esa necesidad de sorpresa que teníamos la mayoría, por saber quiénes eran en vivo, quién era esa banda con hinchada que los seguía en los 90's según el boca en boca, qué sintió Ricky al verlos en vivo y qué tan ramonero perfecto era su sonido, tan plasmado en los demos y discos que conocíamos.
Casi en una pierna, frente al malón de la gente y el miedo a lastimar a mi recién operada rodilla, me puse en el centro casi atrás de una de los columnas que dan junto a una de las barras. La gente se movía para todos lados hasta que de pronto se apagaron las luces y todo era una realidad.
"¡Buenas Noches! ¡Gracias por venir a todos! Los llevamos en el corazón. Gracias por esperarnos estos diez años. Esto es Embajada Boliviana, Gira Nacional "Sensaciones Encontradas 2010", a la N°5 y a todos los que vinieron esta noche, ¡Muchas Gracias!", abrió la noche, emocionado, el cantante Julian Ibarrolaza.
Ese relato del comienzo me siguió durante años. Me lo aprendí casi de memoria. Me volvió loco porque el tipo que estaba sobre el escenario, estaba experimentando una sensación que fusionaba placer y timidez, en partes iguales. Sin entender ese presente, ese mito que se había generado sobre su grupo y en el que tantas letras había descargado su arte. Era un tipo como yo, viviendo su sueño. Daban ganas de abrazarlo.
El "Un, dos, tres, cua..." salió de la voz del Cabeza (bajo y voz de EB) y el multi coreado "No Tengo Nada" fue el elegido para abrir la mejor noche del grupo. La gente le puso alma y voz a una versión que los que estuvimos presentes, jamas olvidaremos.
La lista siguió con todas canciones que se hicieron clásicas dentro del ambiente punkito, de su único disco oficial editado hasta ese momento Soñando Locuras (2000) y sus demos Embajada Boliviana (1994), Perdiendo el Control (1995) y Quien quiere oir, que oiga (1997). "Ruta 2", "Yo estaba mal", "Charly", "Camino a la sanidad", "Me llevaré", "Pateando basura", "Otra vez", "Se va", "Una noche cualquiera", "Te recuerdo", "No pienso cambiar", "Borracho por vos", "Viejas Navidades", fueron cantadas como si la banda nunca hubiese dejado de tocar. El resto de la banda Matu (batería), Kuntacu (guitarra) y el invitado especial, Toto (segunda guitarra y coros) no salían de su asombro.
La lista fue bastante larga, mucho más de lo que quedó plasmado en el disco en vivo Sensaciones Encontradas (2012), el cual me gusta por tener parte del registro de uno de los mejores recitales que vi, pero le falta la fuerza del vivo, la energía de la gente en esa noche invernal y sobre todo, la apertura con "No tengo nada"(!!!!). Pero eso quedará para discutir en otro momento.
"Pan y vino... Pan y vino... Pan y Vino... el que no grita Embajada, ¿para qué carajo vino?", cantaban los cientos de cuerpos transpirados en el viejo Teatro Fénix, arengando a la banda, que no lo podía creer. Me acuerdo patente de cuando tocaron "Pobre corazón". La gente cantándola con mucha euforia y el grito ensordecedor de la frase: "Y como dicen los Ramones... "Hoy tu amor, mañana el mundo" Oh, Oh, Oh!". Hermoso todo.
La noche fue pasando y la banda se fue distendiendo para dejar versiones épicas de "Pedro y Juan", "Ella está loca", "Cosas que pasan", "Pregúntale a las estrellas", "Qué le voy a hacer" y destacándose puntualmente "Un montón", que entonada por la garganta del Cabeza, fue de las más celebradas por la monada porteña.
El final llegó cuando los platenses entonaron "Memorias de Guerra", el himno por excelencia de Embajada Boliviana, dedicado a los pibes que lucharon en la Guerra de Malvinas. Cuando la canción terminó, la banda se abrazó y saludó al público con la alegría de saber que habían llegado, que la marca en el corazón Punk Rock argento era indeleble y muchísimas de sus letras, fueron, son y serán parte de varias generaciones de rockeros locales y de Latinoamérica.
El inmanejable y maldito destino jugó sus peores cartas y llevó al grupo nuevamente al silencio tras el diagnostico de acúfenos para su líder y cantante, Julian Ibarrolaza. Quienes supimos andar el camino del Rock, sabemos que la banda mereció más suerte y que en el momento clave para despegar nuevamente, la enfermedad fue el cachetazo más duro para todos. Pero más allá de los contratiempos, la banda supo renacer de las cenizas, reconstruirse y luchar por la música, más allá de los detractores de siempre.
Pero dándole un cierre a esta bitácora de Rock, siempre destaqué este show desde que sucedió hace una década atrás. Tanto quienes me frecuentaban por esos años como la gente que conocí con el correr del tiempo, les recordé estas anécdotas para contarles sobre uno de los mejores shows que vi en mi vida.
Van para dos décadas que voy a ver recitales y si bien vi en vivo gente muy grosa tanto del plano internacional como nacional, la vuelta de Embajada Boliviana nunca queda afuera de un Top Ten, por tener ese sabor especial de darle vida a un mito.
La gente, la banda, las canciones, la sorpresa, la nostalgia, el sueño y la alegría todos fusionados en un solo lugar, repleto de personas que coreaban todas las letras y bailaban pogo al compás de las melodías. Viéndolo tantos años después, comprendí que la frase "Sensaciones Encontradas" terminó siendo el mejor nombre que una gira de reencuentro pudo haber tenido alguna vez, ya que resumió en dos palabras, todo lo que nos pasó a todos esa noche.
¡Qué el sol de Embajada nunca deje de brillar!